La niña y el regalo – Informe de Tania, voluntaria de España.

Autora: Tania Porto Zubieta. Voluntaria del SCI en Consciente 2019.


Imaginaros una niña frente a un regalo instantes antes de poder abrirlo. La felicidad, incertidumbre y curiosidad que siente, eso es lo que sentía cuando me encontraba sola en el aeropuerto frente a un panel en el que ponía – Destino El Salvador.

Abrazos…
Era la primera vez que cruzaba “el charco”, la primera vez que viajaba sola y la primera vez que me adentraba a un entorno social diferente al mío. Pero el miedo de todas esas “primeras veces” se esfumaba con cada abrazo que me regalan las personas que conocía en ese camino. Las personas en el Salvador (ES) al presentarse te abrazan, como si te estuvieran dando la bienvenida a su Ser, es precioso.
Mi primera semana en Consciente fueron constantes abrazos, estos me hacían sentir cada día más en casa. Con el tiempo, me di cuenta que Consciente no es simplemente una oficina de trabajo, es un hogar para sus trabajadores, que se implican en cuerpo y alma en el cambio, así como un hogar para todos aquellos jóvenes que encontraron un espacio seguro en el que compartir risas, miedos y sueños. Como en todo hogar, dentro de Consciente se creó una familia en la cual se me integró, con amor y confianza, desde un inicio.

Creando…
Yo viajaba con algunas ideas previas pero la realidad me enseñó; “lo que nosotros consideramos que ellos necesitan, no es siempre lo que ellos realmente precisan”. Por lo tanto, cambie mis planes y me dedique las primeras semanas a acompañar a los jóvenes en sus actividades, a observar y a conversar con las personas.
Estar con los jóvenes supuso tener la posibilidad de observar el efecto que tiene Consciente sobre ellos, su deconstrucción sobre el patriarcardo, su sensibilidad hacia el medio ambiente, su implicación en el trabajo comunitario. Esto son cosas que no se pueden reflejar de forma cuantitativa sobre un informe, pero que están ahí y tienen un impacto enorme sobre la sociedad.
Lo que más me gusta de Consciente es que en toda acción implican una continuidad. Crean autonomía y no asistencialismo. Van dejando huellas por su camino, al igual que dejaron huella en el mío.
Pronto quedo claro que quería formar parte del programa de “Educación Popular”, que más que un programa, es un estilo de vida en el que cuestionamos, reflexionamos y creamos herramientas para mejorar un entorno, analizado previamente de forma crítica.

Con otro compañero y tras hablarlo con los jóvenes, creamos un taller intensivo sobre “Estrategias de la Organización”. El objetivo era darle las herramientas a los jóvenes de la Red de Educadoras y Educadores Populares para la mejora de sus funciones, pudiendo lograr así un mayor impacto de sus actividades sobre la comunidad. Trabajamos en profundidad métodos para el plan estratégico, procesos de organización, comunicación y desarrollo personal.
Los jóvenes son admirables, su capacidad de crear conocimiento, compartirlo y reproducirlo es asombroso. Son como esponjas que succionan saber, pero a la vez lo moldean a sus necesidades e intereses y eso es lo que hace tan bonito este programa, pues permite ese proceso necesario de autonomía y crecimiento.
Durante ese corto tiempo era totalmente visible el empoderamiento que sentían esos jóvenes a través de las herramientas y como las integraban y las hacían suyas.

Cosa de mujeres…
La realidad es que no es lo mismo ir como mujer a ES que ir como hombre. Mis compañeros de estancia no tenían el mismo miedo a viajar en bus solos, pensar cómo vestirse para salir de excursión a zonas más rurales y conservadoras o qué ponerse para ir a la playa, cómo actuar ante piropos incomodos en la calle, si tomar, o no, una cerveza en público, etc.
Además de ser mujer, tengo el pelo teñido de rubio (o blanco como dicen ellos) y además estoy tatuada. En ocasiones me he visto en situaciones incomodas en las que me hubiera gustado ser
invisible, pero no podía. Situaciones simples como estar en la cola de un supermercado. Constantemente eres el centro de atención, pues eres lo “diferente”. Con el tiempo, tuve que aprender yo misma a evaluar esas situaciones y también a imponerme ante esa estructura patriarcal que me estaba presionando.
Y aún así, dentro de esa desigualdad, tampoco es lo mismo ser una mujer europea que ser una mujer salvadoreña. A esta realidad le di muchas vueltas, pues como feminista me he dado cuenta que nuestros “movimientos europeos” en ocasiones silencian otro tipo de luchas que nosotras ya damos por sentado. Debatir el feminismo con mis compañeras salvadoreñas fue muy enriquecedor.
Tuve la posibilidad de visitar un recinto llamado “Ciudad Mujer”, donde se desarrolla un programa de atención integral a las mujeres en violencia de género, asistencia médica, autonomía económica, etc. Durante el 8M pude compartir ese espacio con las mujeres, donde tuve la posibilidad de conocer sus historias. Historias que me generaban impotencia ante tal injusticia, frustración ante tanto miedo, pero también mucha admiración ante su constante lucha y perseverancia.
Conocer la realidad social tan de cerca reafirmaba esa importancia que tienen programas como el de la “Educación Popular” de Consciente para la comunidad.

Colores…
El Salvador esta envuelto en colores preciosos. Los paisajes son puros y los miradores te roban la respiración por segundos. Hay ambientes tan únicos, sus volcanes, su música y su gente. Pasear por el mercadillo con un fresco en la mano y observar la venta de artesanía o como las mujeres preparan las tortillas y pupusas frente a sus casas. Hablar con el vendedor de frutas y escuchar a la mujer que transporta el pesado cubo de verduras sobre su cabeza. En ocasiones ese ambiente era interrumpido por un coche militar, donde hombres armados y cubriendo sus rostros realizaban controles, incluso frente a escuelas infantiles. A veces, también de repente una niña de tan sólo 7 años agarraba mi mano y me pedía limosna con lágrimas en los ojos. Otras veces, veías a una mujer anciana vendiendo bolsas encontradas en el suelo para de alguna forma lograr recursos. El contraste de ver lo precioso y único del país y enfrentarte a la realidad social del mismo, no siempre era fácil.
Los colores del país están marcados por una historia de lucha reciente, se ve reflejado en el rostro de las personas y en su caminar hacía una mejora de calidad de vida. En momentos quedaba tan pasmada por su belleza, que se me olvidaba su historia. Y creo que ahí, encontré una herramienta en el aprender conjunto; yo, que tenía la capacidad de sorprenderme por la belleza que ellos ya conocían podía recordársela y ellos a mí, podían enseñarme su historia pasada. Una historia en la cual también como europea formo parte de una proyección social actual de nuestro pasado colonizador.

Reflexiones…
En uno de los colegios que visité había un cartel que rezaba “La gente no es pobre por como vive, es pobre por como piensa”. ES tiene mucha riqueza en recursos tanto materiales como humanos, el problema esta en la explotación y las estructuras de poder que se han creado sobre ella. Y con estructuras de poder me refiero tanto a las que se han establecido históricamente dentro del propio país, como las que nosotros hemos creado en relación a nuestro pasado colonizador.
Mi posición y rol dentro de esa estructura de poder fue la mayor lucha que he tenido en mi estancia y lo que más impacto ha causado sobre mí, tanto personal como profesionalmente. ¿Cúal es mi rol dentro de esta sociedad? ¿Por qué venimos a “ayudar” desde fuera? ¿Dónde me posiciono yo ante las situaciones que observo?
Fueron muchas noches de debate, donde hablamos sobre supermacía blanca, malinchismo, colonialismo, etc. Debates sumamente importantes y que pienso que toda persona voluntaria que quiera realizar una estancía aquí debe de reflexionar antes de venir. Creo que el cambio esta en el propio lenguaje, así ya no digo que vengo a “ayudar voluntariamente”, vengo a realizar un intercambio cultural. En el que, como aprendemos en la “Educación Popular”, no somos portadores de todo conocimiento, sino que venimos a estar en un espacio donde compartirlo de forma horizontal.

La niña y el regalo…
La niña que os pedí imaginaros al inicio, resulta que ahora a mi vuelta ha abierto ese regalo y dentro de él ha encontrado un mundo llamado El Salvador, lleno de amor, amistad, lucha, aprendizaje, belleza y revolución. Valores que han marcado mi ser y mi futuro camino. Agradezco el aprendizaje y confianza que han compartido todas las personas de Consciente en ES y en Suiza conmigo y por darme la libertad de crear y desafiarme en ese viaje. Estoy agradecida a todas esas personas que han invertido tiempo en mostrarme la belleza del país, su historia, sus lágrimas, sus proyecciones futuras. Y sobre todo, agradezco a los jóvenes que me han acompañado y han compartido el taller, pues me han permitido formar parte de su día a día y me han dado muchas lecciones de vida, mucha felicidad, esperanza por el cambio social y energía por conseguirlo. Consciente me hizo parte de su movimiento y yo soy ahora parte de Consciente.
Gracias familia.